La historia cuenta que como Cecilia predicaba públicamente a Cristo en épocas en que estaba prohibido, se le exigió que renunciara a la religión. Y como según ella declaró, prefería la muerte antes que renegar de ello, Almaquio (alcalde de Roma) la condenó a morir sofocada en el baño de su casa...
Pero Cecilia pasó un día y una noche sin recibir ningún daño, y en vez de asfixiarse, cantaba gozosa. Finalmente, fue decapitada en el año 230.
El padrinazgo de la música le fue otorgado a Cecilia en 1.594 por el Papa Gregorio XIII, por haber demostrado una atracción irresistible hacia los acordes melodiosos de los instrumentos. Su espíritu sensible y apasionado por este arte convirtió así su nombre en símbolo de la música, adoptándose universalmente el día de su nacimiento como el Día de la Música.
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